martes, 10 de febrero de 2015

N

 
La propuesta de Zenón de Elea, conocida como “la refutación del movimiento” todavía hoy es sumamente intrigante.
Según nos dice el griego, un corredor no podría ganarle a una tortuga en una carrera. Ello se debe a que es matemáticamente imposible avanzar en una sucesión creciente, pues las subdivisiones entre los números que la componen son infinitas. Esta idea, además de ser muy reveladora para su momento, es el germen de la teoría del límite en matemática.
Borges estaba apasionado con esta paradoja. Con su genio, lo extendió al lenguaje y a los elementos de significación en la estructura narrativa del relato (ello podemos corroborarlo en El jardín de los senderos que se bifurcan y La biblioteca de Babel). Por transitividad me llegó la pasión por la idea de Zenón, dada mi admiración a Borges.
Entonces me propuse (tal como lo hizo Borges con la narrativa) interpretar la paradoja desde la programación.
Estaba muy obsesionado además con la reducción al mínimo de la obra, pero me interesaba mantener la densidad tropológica de la idea.
Por ello, el título sería un solo caracter: “n”. Este corresponde con la variable usada para la notación de cada uno de los valores dentro del conjunto y a la vez puede designar a todos los valores como un todo.
Así, n era el conjunto, y cada una de sus sudivisiones posibles, a la misma vez.
El software resultante, al ser ejecutado, crea una ventana que se compone de los elementos estructurales mínimos necesarios que funcione como tal: los botones de minimizar, maximizar (que no permite ser usado) y cerrar.
Minimizar mantiene su función original. Pero cuando el usuario intenta cerrarla, la ventana se convierte en dos. Si una de estas es cerrada se convierte en otras dos y así sucesivamente.
La secuencia termina al ser pulsada la tecla “n”.

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